Intendencia de Montevideo

Juan Carlos Worobiov (1956-2019)

 

Juan Carlos murió. No se fue de gira. Se murió. Se fue un tipo recto y frontal. Un actor de una potencia increíble formado teatralmente en otro momento histórico, en otro mundo. Formado para actuar en otro teatro y revolviéndose con su vida misma para seguir vigente y entero en otro tiempo del teatro. Hijo de su época en todo sentido. Ingenuo y brutal. Con un carácter de “Herrero del Universo” nos regaló momentos maravillosos. Nos conocimos en el 2001 cuando tuve la suerte de dirigirlo en La misión de Heiner Müller. Nos encontramos muchas veces más en el camino artístico y personal. Era un hombre auténtico. Un caballero de ojos claros, tristes y de niño. Le gustaban los placeres y así vivía, disfrutando, viajando y amando a su pareja con la libertad de los que se han ganado su tiempo en esta tierra. Murió ayer y  por suerte lo podemos recordar jugando al personaje de Tío en Caníbales de George Tabori. Gracias Juan Carlos.
Coco Rivero

TIO – ¿Qué pretendes de mí? ¿Por qué permites que mortifiquen a tu siervo? ¿Por qué dejas caer el peso de estos hombres sobre mí? ¿Acaso los he engendrado o parido para que Tú me digas “llevaos en tus brazos”?... no quiero llevarlos yo solo, pesan demasiado. Y me lloran y dicen “quien nos dará carne para comer... pensamos en los peces que comimos gratis en Egipto, y en los pepinos, los melones y los ajos. Ahora se nos ha secado el alma porque ya no tenemos nada”
EL JOVEN LANG –¿Qué está haciendo?
KLAUB – Reza
TIO – No, no rezo. Le digo lo que opino... eh, tu. Hablo contigo. Pronto moriremos. ¿Dos días más? Ojalá los niños jueguen estremeciéndose con nuestros huesos. Lo espantoso de nuestras muertes no tiene importancia. Se nos puede pensar los unos contra los otros como amantes en la más estrecha unión. Pero en el instante de nuestra muerte estamos solos. En solitario caemos y nos pudrimos como las hojas, que se amontonan con un rastrillo y se queman. Algunos lo soportarán en silencio, con la dignidad de su mutismo.... otros chillarán como gato, mientras rasguñan en el cemento el mensaje de despedida “yo estuve aquí”. No me quejo... estoy cansado de mis quejas... nuestras letrinas ya son monumentos, nuestros huesos los ha visto el mundo entero. Maldita sea tu conmiseración, tu justicia, incluso tu amor. No quiero saber nada de eso. Aún tengo mi orgullo en este desierto. En esta casa del crimen. En este Auschwitz.... sólo quiero una pequeña información... quiero saber por qué tiene que terminar así de esta manera.
HELTAI – ¿Todas esas tonterías le dices a tu Dios?
TIO – Esto y mucho más.
HELTAI –¿Y esperas una respuesta?
TIO – Exijo una respuesta.

 

© 2014. EMAD Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático. Margarita Xirgú - Todos los derechos reservados.

publicidad online www.siniestro.net
publicidad online